¿Cuándo estás en pareja te olvidas de quererte y respetar tus necesidades?
¿Esperas encontrar una pareja que te salve de una vida vacía e insatisfactoria?
¿Tienes la mala suerte de elegir personas celosas, posesivas, depresivas, inmaduras, infieles…?
¿Vas reemplazando una relación por otra sin éxito?
¿Crees que las relaciones de pareja son complicadas y es mejor evitarlas?
¿Te da miedo abrirle tu corazón a alguien y que te hieran otra vez?
¿Te asusta sentirte vulnerable e íntimo con alguien y a la vez lo anhelas?
Quizás crees que si encuentras a la persona adecuada llenarás tu vacío y serás feliz. Quizás a través de la relación de pareja, buscas inconscientemente una tabla de salvación. Quizás crees que una relación dará sentido a tu vida y eliminará el dolor y la soledad que sientes en tu interior.
A ver si te suena:
Al principio de la relación estás muy ilusionado/a. Sientes que has encontrado a alguien especial. Te sientes íntimamente conectado a otro ser humano y es maravilloso, hasta que un día, sin saber por qué empiezan a activarse tus heridas, miedos y bloqueos, o los de tu pareja, y aquello que empezó siendo una aventura deliciosa se vuelve difícil y complicado.
Como no sabes gestionar adecuadamente las emociones que estás sintiendo, la relación se estanca o se rompe, y sientes una gran tristeza, dolor y frustración de nuevo. Otra relación fallida.
Cuando esto sucede, normalmente lo atribuimos a los desencuentros en la relación. No te das cuenta de que, en realidad, la relación ha despertado el dolor y la frustración que ya tenías dentro. Eso hace que, en lugar de enfocarte y adentrarte en ti para emprender un proceso de sanación, busques una solución a fuera, a menudo sustituyendo una relación por otra… Otro fracaso asegurado.
En las relaciones no solo pretendes que alguien llene tu vacío; a menudo te pierdes en la relación, te desconectas de tus necesidades, de tu cuerpo y de tu verdad. Buscando amor te olvidas de ti.
¿Por qué teniendo el deseo sincero de conectar, de compartir, de amar y ser amados, las relaciones humanas son tan difíciles?
¿Por qué, a pesar de que en tu corazón hay un gran anhelo de amor e intimidad, no eres capaz de crear una relación amorosa armónica y duradera?
¿Por qué las relaciones íntimas te generan tanto dolor, conflicto e incomprensión?
Crees que el amor es difícil porque no has encontrado a la persona adecuada, has tenido mala suerte, te han engañado, el otro no era lo que parecía… Por mil razones externas.
Cuando no queremos crecer la culpa de que la relación no haya funcionado siempre es del otro. Tienes cuarenta o cincuenta años y estás solo o mal acompañado porque no te responsabilizas de la parte que te corresponde. Tus heridas.
Cambias de pareja, pero mantienes los mismos patrones. Atraes a personas o te sientes atraído hacia personas inmaduras, conflictivas, posesivas, ausentes, infieles, celosas, neuróticas, depresivas… No querías, pero repites los mismos patrones y la razón es porque estás herido y tienes una gran carencia de amor.
Aunque no lo sabes, antes de la primera cita ya estás herido, tu cuerpo emocional ha acumulado dolor durante años y la relación activará tus heridas más profundas. Por eso evitas intimar, quieres relaciones esporádicas, superficiales, sin ninguna implicación, porque la intimidad, antes o después, hará aflorar tu dolor más sincero.
Desnudarse y tener relaciones sexuales está al alcance de todo el mundo, ¡por suerte! (en eso hemos mejorado), pero despojarnos de la armadura y abrir el cuerpo y el corazón a la intimidad es una experiencia que requiere presencia, honestidad y vulnerabilidad. Muchos seres humanos están tan heridos que incluso en la sexualidad evitan la intimidad. No quieren sentir el temor, la vergüenza y la necesidad que se activa al abrir su corazón. Pero vivir permanentemente atrincherados, con el corazón cerrado, genera toneladas de insatisfacción.
La relación de pareja es un deporte de riesgo. Te han herido muchas veces y si no te has responsabilizado y no te has adentrado en un proceso interior para sanar tu corazón, cada día estás más cerrado, más contrariado y más desesperanzado.
Las heridas no se pueden curar tapándolas, negándolas o reprimiéndolas, al contrario, cuando las entierras o las enmascaras nunca te liberas de ellas, permanecen en tu mente, saboteando inconscientemente tu existencia.
Qué te parece si te pones delante de un espejo y mirándote a los ojos empiezas a decir todo aquello que le reclamas o le has reclamado a tu pareja:
Si eres dependiente sería algo así: Abrázame más. Sé más cariñoso. Por qué no me llamas. Quédate un rato más. No me dejes. Lo dejaré todo por ti, qué tengo que hacer para que me quieras. Escúchame. Mírame, etc.
Si eres rechazador sería algo así: No me agobies. A mi qué me cuentas. Si tú te aburres estando solo es tu problema. Déjame espacio. No tengo más tiempo para ti. Deja de abrazarme. No me apetece besarte. Quiero estar solo/a, etc.
Permite que estas frases vayan surgiendo de ti con naturalidad, cada vez más fluido incluso enfadándote y exigiéndolo con vehemencia. Si permites esta expresión de todo tu Ser te darás cuenta de que dentro de ti hay un niño/a tremendamente enfadado con sus padres o bien porque lo ignoraron o bien porque lo agobiaron. Esta demanda, este reclamo que ves frente al espejo es lo que recibe tu pareja y cómo es obvio, el enredo emocional que hay dentro de ti no tiene nada que ver con él/ella ni siquiera puede hacer nada al respecto.
Finalmente puedes abrazar a tu niño/a herido (con un cojín que lo simbolice) porque no te queda otra que mirar dentro de ti y escuchar a este niño/a que fuiste y que grita por ser reconocido. ¿Quién va a hacer eso por ti sino lo haces tú?
Lo habitual es que quieras deshacerte rápidamente de tu malestar, de ese dolor que sientes en tu corazón y busques consejos que te sirvan para solucionar el tema o bien que lo reprimas.
Ninguna de las dos opciones te va a ayudar. Una cosa es el deseo de sanar y otra muy distinta los mecanismos de sanación del cuerpo emocional. Necesitas respetar tu propio ritmo de sanación, crear un espacio de seguridad donde puedas sentirte a salvo para avanzar en confianza hacia tu mundo interior.
Para salir de los patrones habituales es bueno enfocarte en tus recursos: ¿Qué cosas te nutren? ¿Qué te aporta bienestar? Cada persona es un mundo y no se puede generalizar, lo que es un recurso para uno, para otro no lo es. Así que puedes fijarte en esas pequeñas actividades que te gustan: cocinar, nadar, meditar, leer, escribir, tomar el sol… No lo desprecies, no lo minimices, son precisamente estas cotidianidades las que dan sentido a nuestras vidas y nos ayudan a reconectarnos con el amor y sanar al corazón.
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