En estos tiempos convulsos que estamos viviendo, veo más importante que nunca aprender a autosostenernos, a autoapaoyarnos, y es que lo normal es que ni siquiera sepamos qué significa autoapoyo.
A veces la mente quiere comprender ideas que en realidad son procesos experienciales, vivencias.
El autoapoyo pasa por la autoobservación y por tomar paciencia con nosotras mismas. Pasa por la curiosidad de querer saber quién eres, cómo funcionas, cómo piensas, cómo te influye emocionalmente eso que piensas. Pasa por investigarte y descubrir que estás hecha de mil y una capas.
El autoapoyo significa que tú te validas y que no esperas la aprobación externa. Significa que maduras y te haces responsable de ti misma, no solo de tus actos, sino también de tus sensaciones, emociones y creencias.
Autoapoyo, autoobservación, automaternaje, autosostén. Llámalo como quieras, son distintas formas de referirnos a lo mismo.
El resultado será una mejor autoestima.
Con el autoapoyo aprendes a valorarte, a priorizarte, a escucharte, a cuidarte mental y energéticamente, a adueñarte de ti, a empoderarte y a tomar riesgos propios.
Aprendes a soltarle la mano a tus padres, pareja, amigos y a dársela a la vida, confiando en ti.
El autoapoyo es uno de los mayores aprendizajes que podemos tener como seres humanos.
Aquí el camino es personal e intransferible, cada una debe caminar el suyo y si de verdad quieres adentrarte en ti, la vida te irá poniendo al alcance los peldaños necesarios para que así sea.
Hoy quería hablarte un poquito de mí y de cómo yo hice mi parte:
“Siete años atrás dejé mi trabajo, mi piso y me fui a vivir cerca de la montaña. Todo era perfecto, idílico, no me faltaba de nada sin embargo no sabía qué hacer con mi tiempo. Tenía 24h para mí y me sentía perdida, vacía, sin saberme gestionar.
Pocos comprendían mi sentir.
La mayoría solo veían el exterior: que podía pasear por el monte, que mi despertador no tenía que sonar, que no tenía horarios ni obligaciones…
Pero para mí las horas pasaban largas, los días se perdían y la vida me obligaba a estar presente conmigo. No había otra.
Así que aprendí.
-Aprendí a escuchar mi respiración, a abrazar mis miedos e inseguridades, a ir hacia a dentro.
-Aprendí a ocuparme de mí y de mis necesidades sin andar buscando otra mano donde sostenerme.
-Aprendí que de nada sirve el tiempo si no dejamos espacio.
-Aprendí a soltar vicios, ideas, creencias.
-Aprendí a merecer, a abrirle los brazos a la vida, a rendirme.
-Aprendí a aceptar el ritmo que marca cada emoción, cada oleada, cada momento para ser sanado e integrado.
-Aprendí a verme, a tenerme en cuenta, a quererme… Descubrí que no me quería.
-Aprendí a vivir en presente ocupándome del ahora y no del mañana, ni siquiera del minuto siguiente (este a sido uno de los mayores aprendizajes).
-Aprendí que las emociones nos atraviesan y luego se van, que la vida no se piensa, se vive; que las grandes cosas crecen en silencio y que los maestros no hacen ruido.
-Aprendí a lidiar con las exigencias de la mente, con mis voces internas.
-Aprendí muchísimo y en ese camino sigo, aprendiendo de mí.
Ahora, ya no sabría vivir de otra manera.