Sé, aunque la ciencia no pueda demostrarlo, que somos un alma que habita un cuerpo y no al revés; somos un alma encarnada en este planeta por un corto tiempo mientras vivimos una experiencia humana, hecho que a veces nos confunde. Lo sé porque lo he vivido y experimentado en primera persona y lo he visto en cientos de clientes y compañeros de trabajo, no tengo ninguna duda al respecto.
Esta verdad construye la base de toda mi vida y por supuesto de mi trabajo.
Con los años he ido indagando en mí, y por ende en el ser humano, hasta llegar a un punto de no retorno. No puedo concebir la terapia sin incluir el alma, no puedo trabajar sobre el campo mental o emocional de mis clientes sin escuchar su alma; y cuando digo escuchar me refiero a verla: ver como se mueve, como se expresa, cómo siente…
Nuestra alma tiene mucho que contarnos a cerca de quienes somos y cómo nos tratamos. Nuestra alma es en realidad quien sabe, nosotros no tenemos ni idea de nada, seamos sinceros.
Otra de mis firmes creencias es que nuestra vida adulta es un reflejo de las heridas de nuestra infancia. No somos conscientes de los traumas y dificultades que afrontamos cuando éramos niños, no recordamos el dolor de la ausencia de nuestra madre o la vergüenza que sentimos al ser desaprobados, o quizás sí, quizás veamos sombras de algunas estas secuelas, pero nos aterroriza ocuparnos de ellas.
Esta desconexión con la infancia más tierna, esta dificultad para afrontar nuestro dolor, repercute inevitablemente en nuestra vida adulta, empezando por la dificultad de relación en el núcleo familiar, obviamente, y extendiéndose hacia las parejas, hijos, amigos, vecinos, jefes, terapeutas, etc. Todo está impregnado de nuestro niño interior en un juego de proyecciones inconsciente.
Mayoritariamente quien dirige nuestra vida no es el adulto sino el niño/niña asustado que sigue atacando, reaccionando, buscando amor y aprobación en cada uno de los ámbitos de nuestra vida diaria y que, de nuevo e inevitablemente, es fuente de dolor, incomprensión y frustración.
También esta verdad rige mi vida y mi trabajo.
Rige mi vida en tanto que no concibo mi día a día sin auto observarme y mantener la flecha permanentemente en dirección hacia mi mundo interno, es ya para mí una forma de estar en este mundo, un estilo de vida; y rige mi trabajo porque a eso mismo invito a mis clientes, a mirar y a atender a su niño interior, a abrazar su dolor y desconfianza en el mundo hostil donde la mente infantil cree vivir.
Mi última creencia es la meditación.
Quizás esta no es una verdad, pero es un requisito imprescindible, a mi entender, claro.
Meditamos para acallar las fluctuaciones de la mente, como decía Patañjali; es decir, meditamos para acallar la verborrea mental en la que estamos inmersos 24h al día non stop, contándonos nuestros propios rollos y a demás creyéndolos, en un bucle sin fin de auto masturbación mental de la que ni siquiera somos conscientes. Nos creemos nuestros propios cuentos en los que, evidentemente, tenemos razón y en donde el ego se satisface de distintas formas.
Al meditar podemos observar este juego mental, falso y cansino, que en realidad nos distrae de quienes somos y de qué queremos realmente.
También en estado de meditación podemos darnos cuenta de cómo estos pensamientos locos, recurrentes y sin sentido, nos generan estados de ánimo que nos causan infelicidad cuando menos.
Al meditar nos convertirnos en observadores de la basura mental y emocional que hay en nuestro interior, siendo conscientes de cómo estos dominan y controlan nuestra vida, pero especialmente, meditamos para descubrir que debajo de este tupido velo de porquería acumulada estamos nosotros y ni siquiera lo sabemos.
Creemos que somos lo que pensamos, lo que sentimos, lo que decimos, cuando no es así. Vivimos en un estado de oscurecimiento óntico, como dice Claudio Naranjo; vivimos en el olvido de quienes somos.
Estos tres pilares: alma, proyecciones infantiles y meditación, son la base sobre la que construyo mi trabajo (y mi vida).
Desde este lugar invito a mis clientes a la regresión a su infancia y/o a sus vidas pasadas, para comprender quiénes son y para qué están aquí; siempre desde el amor, el respeto y la presencia que nuestro Ser merece, que merecemos.
Sí, trabajo con Terapia Regresiva, pero a mí manera, como es apreciable.
No hago magia, acompaño paso a paso, desde mi experiencia, mi recorrido y con mi presencia amorosa.
Espero, con este escrito, haber aclarado quién soy y qué hago.
Esta web utiliza cookies propias que tienen una finalidad funcional y cookies de terceros (tipo analytics) que permiten conocer sus hábitos de navegación para darle mejores servicios de información. Para continuar navegando, es importante que acepte su uso. Puedes cambiar la configuración, desactivarlas u obtener más información. AceptoNo AceptoLeer Más
Politica de Privacidad
Privacy Overview
This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are essential for the working of basic functionalities of the website. We also use third-party cookies that help us analyze and understand how you use this website. These cookies will be stored in your browser only with your consent. You also have the option to opt-out of these cookies. But opting out of some of these cookies may affect your browsing experience.
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.
Any cookies that may not be particularly necessary for the website to function and is used specifically to collect user personal data via analytics, ads, other embedded contents are termed as non-necessary cookies. It is mandatory to procure user consent prior to running these cookies on your website.